
Bitácora del festival
Por Oscar Vangeliz
Día Uno:
A veces caemos en los errores comunes, de logística y de no recordar olvido que los otros memorizaron , pero a grandes pasos en pequeños escenarios, distinguimos los distintos públicos, los distintos momentos, los cambios, los sin sonido y los gritos apabullantes. En la mañana Sto. domingo, cuando entre panfletos y maravillas ,Enrique Cisneros visitante de México, nos dio lugares y recuerdos, y cuentos y palabras y vientre memorizado de destino, resulto que aprendimos que la historia nos es ajena, que pasado y presente se unen, que a tiempo curamos las heridas que todavía no nos damos cuenta que tenemos nos las abrimos mas, que tenemos estatuas de nuestro mismo colonizadores que están en nuestras mismas plazas donde hace años nos descuartizaron.
Julio de Thame (El teatro de artesanos de Guayaquil) nos recreo los hermosos juegos olvidados por los niños, hoy adultos, que pronto serán viejos y que se olvidaron de enseñar a los que ahora son niños y pronto serán jóvenes sus propias memorias.
En la tarde la comida y el destino, llamado a correr por todos los rincones para solucionar los que nos falta y lo que luchamos. En San Carlos, con saltinbaqui de Ecuador, para olvidar la lentitud del paso, el cucurucho enamorado y desquiciado, nos renombro el echo de la muerte, El circo de los haraganes con pantufla y con trompeta, vientos dados atinados, mas variantes que desifrantes entre multitudes de algún piano.
En la tempestad de un teatro lloroso, reconstruido y milenario entre el sur y la villa flora, se asomo el kuervo tiritando por la Marilyn en las alfombras, Y Kito grito encendido, kon el nombre de las eskusas, con k y con fortuna de incrustar el grito triste de las comas y las dudas
Un pregón de fiestas de notas subversivas, entre los pasos, de un festival que rasguña las paredes de los barrios, el maullido de un gato que aktua y que llena de a poco su tejado
Día Uno:
A veces caemos en los errores comunes, de logística y de no recordar olvido que los otros memorizaron , pero a grandes pasos en pequeños escenarios, distinguimos los distintos públicos, los distintos momentos, los cambios, los sin sonido y los gritos apabullantes. En la mañana Sto. domingo, cuando entre panfletos y maravillas ,Enrique Cisneros visitante de México, nos dio lugares y recuerdos, y cuentos y palabras y vientre memorizado de destino, resulto que aprendimos que la historia nos es ajena, que pasado y presente se unen, que a tiempo curamos las heridas que todavía no nos damos cuenta que tenemos nos las abrimos mas, que tenemos estatuas de nuestro mismo colonizadores que están en nuestras mismas plazas donde hace años nos descuartizaron.
Julio de Thame (El teatro de artesanos de Guayaquil) nos recreo los hermosos juegos olvidados por los niños, hoy adultos, que pronto serán viejos y que se olvidaron de enseñar a los que ahora son niños y pronto serán jóvenes sus propias memorias.
En la tarde la comida y el destino, llamado a correr por todos los rincones para solucionar los que nos falta y lo que luchamos. En San Carlos, con saltinbaqui de Ecuador, para olvidar la lentitud del paso, el cucurucho enamorado y desquiciado, nos renombro el echo de la muerte, El circo de los haraganes con pantufla y con trompeta, vientos dados atinados, mas variantes que desifrantes entre multitudes de algún piano.
En la tempestad de un teatro lloroso, reconstruido y milenario entre el sur y la villa flora, se asomo el kuervo tiritando por la Marilyn en las alfombras, Y Kito grito encendido, kon el nombre de las eskusas, con k y con fortuna de incrustar el grito triste de las comas y las dudas
Un pregón de fiestas de notas subversivas, entre los pasos, de un festival que rasguña las paredes de los barrios, el maullido de un gato que aktua y que llena de a poco su tejado
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